El cielo de Nueva York by Alejandro Corral

El cielo de Nueva York by Alejandro Corral

autor:Alejandro Corral
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Policial, Intriga, Novela
publicado: 2017-07-16T22:00:00+00:00


Cuando llegué al apartamento, Jeremy ya se encontraba allí, tumbado en el sofá acariciando distraídamente al cachorro con una mano y sosteniendo una botella y un cigarrillo en la otra.

—Estamos condenados a realizar absurdos trabajos forzados.

Estaba a punto de comenzar una de sus habituales críticas hacia el sistema.

—Voy a bajarle unos cuantos calmantes al señor Weiss —comenté haciendo caso omiso a su discurso.

—Descuida, ya me he encargado yo.

—Entonces abriré una botella y me sentaré a tu lado dispuesto a escuchar tu optimista versión de las cosas de este mundo.

Cogí una botella de vodka y me recosté en el sofá que habíamos recogido de un contenedor. El anterior estaba tan destartalado que ya no era capaz de aguantar nuestro peso, y se había desmontado.

—No se trata de optimismo o pesimismo. Se trata de realidad constatada.

—¿Qué has estado haciendo?

Jeremy Lewis tenía asuntos fuera de mi conocimiento. Si mi forma de pagar la comida y las copas era trabajando como empleado para la empresa que yo mismo había fundado, él lo hacía trapicheando por aquí y por allá. Nunca le pregunté cómo conseguía el dinero. Supongo que era nuestro modus operandi: nada de hablar de cuestiones de trabajo serio en casa.

—He estado viendo a un par de tipos. Uno de ellos trabaja como vigilante de seguridad en un centro comercial. Hace unos meses le dispararon durante un atraco y pasó ocho semanas convaleciente en un hospital. El centro comercial, demostrando altas dosis de solidaridad, no dudó en pagarle la rehabilitación —me explicó Jeremy.

—Qué menos.

—Cuando el tipo sanó por completo, habló con su responsable, y cortésmente le preguntó si el centro comercial se encargaría de pagarle una indemnización por el atentado sufrido, o al menos una subida de salario por los servicios prestados. Pues bien, ¿qué crees que hizo su jefe?: empezó a reírse; le entró un ataque de risa en las narices del leal empleado que se había jugado la vida unos meses antes.

—Si no velamos por nuestros propios intereses y derechos, nadie lo hará.

—Exacto. Asistimos a una creciente concentración de la propiedad de los medios de producción; un número reducido de personas posee la mayoría de los recursos.

—Más o menos ésa es la definición del capitalismo salvaje, amigo —comenté tras un trago.

—No me entra en la cabeza cómo todavía hay imbéciles decididos a apoyar este sistema, supongo que son simples marionetas —añadió Jeremy encendiendo otro cigarrillo—. Y lo más triste es la miseria y la hambruna de los desposeídos...

—De quienes a estas alturas todos nos hemos olvidado —apunté cogiendo también un cigarrillo.

—... aunque en los países ricos se está produciendo una disociación entre consumir y poseer. Por eso, Hank, seguiremos viviendo aquí, distribuyendo droga a precios ínfimos y medicinas gratuitas para todo el mundo.

Sí, Jeremy estaba como una puta cabra, pero supongo que en aquellos días no éramos más que dos idealistas que habían decidido combatir, a su manera, contra un sistema corrupto y dominado por el egoísmo y la codicia, cuya única razón de existir era acumular la mayor cantidad de bienes posible al precio —y desprecio— que fuera.



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